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Sobrevivirnos

Ya somos más de 8000 millones habitando el planeta; pero nuestra existencia es efímera, aunque podemos trascender si legamos huellas imborrables.



Las personas somos palomas o serpientes, dependiendo de la elección de cada cual, y somos cooperativos cuando queremos.


Nuestros talones de Aquiles son el individualismo, egoísmos, la tendencia a pensar demasiado en sí mismos y muy poco en los demás, antivalores con los que nos impregnamos durante siglos.


Para sobrevivirnos en este mundo tan caótico, tenemos que trabajar con otros, pragmáticos, enfocados en construir bases seguras para el futuro.


Siendo solidarios es la única manera de resolver los problemas que están asfixiándonos.

Nos toca sembrar distinto para poder cosechar diferente.


Se impone evolucionar, tomándose conciencia de que hay que mirar a las personas como un todo, mirándose integralmente, viéndose las necesidades que tiene la gente de expansión, de liberación, de crecer, de estar mejor.


El éxito de la sobrevivencia dependerá de que seamos capaces de andar muy juntos, sin ambivalencias, despojándonos de polarizaciones.


Nos sobreviviremos, resurgiendo, renaciendo, si logramos tender puentes sin dejarnos contaminar.


Si todos somos de todos, algo de nosotros quedará en los demás y así nos perpetuaremos, el anhelo que siempre llevamos adentro para darle sentido a nuestras existencias.


Y como las realizaciones personales dependen de que se tengan visiones a largo plazo, tendremos que acabar con los pensamientos cortoplacistas que tanto daño nos han hecho.


La gente necesita de líderes reales, con visión larga, que trabajen para las personas liderando procesos, para el bien de todos, pero con todos.


El mundo cambió, hay una ruptura, acontece un renacimiento, y esa resurrección demanda que se tenga muy en cuenta a las voces de las mayorías, ávidas de cambios ¡ya!

Las formas de hacer política tienen que ser distintas, dándoseles voz a las futuras generaciones, porque las acciones de hoy repercutirán en el mañana.


En Japón están aplicando lo que los nipones llaman el “diseño futuro”, basado en una práctica ancestral de las comunidades aborígenes estadounidenses, consistente en que al tomarse decisiones se tiene muy en cuenta el impacto en las siguientes siete generaciones.


Los japoneses se reúnen en dos grupos: a uno les llaman los residentes del presente y a la otra mitad se les denominan los que vivirán a partir del 2050. Los resultados más asombrosos es que los ciudadanos que se imaginan viviendo dentro de tres décadas conciben ideas transformadoras, muy positivas, para el bienestar de las comunidades.


Muchas sociedades deberían adoptar esta modalidad para revitalizar democracias, reinventarlas, dándosele voz a las generaciones futuras, usando la imaginación que abunda en los seres humanos.


Hoy en el mundo vivimos unos 8000 millones de personas. En los próximos dos siglos se estima que nacerán decenas de miles de millones. Entre ellos estarán nuestros nietos, bisnietos, tataranietos, sus amigos. Cómo nos mirarán por lo que hicimos o dejamos de hacer cuando tuvimos la oportunidad de mejorar vidas.


Deberíamos ganarnos el ser recordados como muy buenas personas y no por imbéciles egocéntricos, cortos de mentes, incapaces de crecer.


Nuestros cerebros están dotados con la capacidad de poder pensar a largo plazo. La mayoría de las demás criaturas, los animales, no son capaces de pensar con tanta anticipación como podemos las personas. Somos increíbles por poder hacerlo, y aunque es extraordinario, muchas veces no lo hacemos, por pereza o estúpida egolatría. Hacerlo puede motivarnos a actuar, y muy bien, excelente.


Las crisis que vivimos deben enseñarnos en qué hemos estado fallando, para replantearnos, y avanzar; así podemos repotenciarnos, ser más creativos, mejores.

Autor: Roberto Trobajo - Director ALPRESS

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