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MEJOR CAMBIAR DE ANALISTA

Por Juan Carlos Botero Zea; Columnista invitado


En la gran película de Woody Allen, Manhattan, el personaje principal confronta a su exesposa, quien es lesbiana. Tú conocías mi historia antes de casarnos, le dice la mujer, interpretada por Meryl Streep. Sí, admite Woody Allen. Mi analista me previno. Pero eras tan hermosa que preferí cambiar de analista.



Nos reímos. Sin embargo, ¿cuánta gente no actúa así en la vida diaria? ¿Cuántos no prefieren cambiar de fuente antes de aceptar que su héroe tiene defectos o reconocer que estaban equivocados? ¿Cuántos admiten que aquello que les decían sus enemigos era cierto, que su ídolo político o religioso era imperfecto? Muy pocos. Es mejor oír lo que conviene para seguir creyendo. Mejor cambiar de analista.


Así pasó en EE.UU con Trump. Sus seguidores traicionaron su propia ideología de partido y hasta justificaron un asalto sangriento, tan aborrecible y tan contrario a las leyes y al Estado de derecho, como el del 6 de enero al Capitolio, antes de aceptar que habían apoyado a un maniático charlatán. Y lo siguen apoyando.


En Colombia esta reacción es típica en la política. ¿Cuántos uribistas no se empeñan en negar cualquier error de su jefe supremo? Antes de aceptar los falsos positivos o los abusos del poder cometidos por Álvaro Uribe, incluyendo la reelección, la yidispolítica, el seguimiento a magistrados o el convertir el DAS en un fortín criminal, alegan que son injurias y conspiraciones comunistas, lo que sea antes de aceptar fallas en su líder. Su reacción de avestruz equivale a cambiar de analista.



Y el petrismo no se queda atrás. ¿Cuántas veces los seguidores de Petro admiten que su candidato (y por ende ellos) se equivocó? Petro puede proponer algo suicida, como su tesis anti petróleo, y lo aplauden sin vacilar, y sin que importe que el 55% de las exportaciones dependan del petróleo. Y puede decir que los billetes en bolsas de papel fueron donados por el arquitecto Simón Vélez, y aunque el mismo Simón lo niegue, sus huestes lo defienden ofendidos, diciendo que son mentiras de la derecha. Así el candidato esté filmado. En audio y video.


Otro buen ejemplo es el perdón social a los Moreno. El recluso no era un pobre infeliz preso por robar un pan duro. Aquélla fue una bochornosa reunión en la cárcel entre el hermano del candidato y uno de los mayores símbolos de la corrupción nacional.


Pero en vez de admitir el error, muchos fieles a Petro hicieron de todo por justificar moralmente lo inmoral y lo injustificable. Rebuscaron tesis compasivas y ofrecieron explicaciones cuasi religiosas, aunque ninguno habría celebrado jamás algo similar en un rival. Pero, por ser su candidato, lo aplaudían.



No juzgo que apoyen a Petro. Mi reparo es al apoyo irreflexivo, que debido al fervor renuncien a su capacidad crítica y no se atrevan a cuestionar ni los errores más evidentes. Antes de admitir una falla acuden a lo que más les conviene. Prefieren cambiar de analista.


¿Qué hay de malo en decir me equivoqué? ¿Que ustedes tenían razón?


Incluso cuando la evidencia es innegable, cuando los hechos demuestran que aquél en quien se cree ha cometido un error, en ese momento el petrista, y el uribista, pasan al autoengaño, a la ofensiva y a la indignación. Lo que sea, con tal de seguir creyendo en la pureza de su ídolo.


Mejor dicho, prefieren cambiar de analista.



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