Por Diego Arango; Columnista invitado
La formación proactiva y diligente que una persona tenga marca el éxito en su vida, cualquiera que sea su profesión u oficio. Traigo este tema por cuanto la educación actual, bien sea la hogareña, académica o política, tienden a no exigir a las nuevas generaciones esa condición formativa que le permita el surgimiento en la vida.
Hoy vemos que los padres poco exigen a sus hijos, mas bien unos los complacen en exceso o por lo contrario ni se ocupan en formarlos. En los estudios, bien sean básicos o superiores, ya no existen clases formativas que proyecten a la juventud en sus actividades presentes y futuras.
Y ni qué decir en la política donde la tendencia esta orientada es a ofrecer sin exigir nada a cambio, salvo el voto. Subsidios, estudios gratuitos, bonos, derechos y mas derechos, pero sin responsabilidades.
Esta característica está formando una juventud atenida, más reactiva que proactiva, más negligente que diligente. Sin entrar a competir generacionalmente, nuestros padres nos enseñaron a hacer las cosas, a responder responsablemente, recuerdo que mi papá nos recalcaba diariamente a mi hermano y a mí: ¡ustedes son libres, pero responsables!
La experiencia y la vida me enseñaron a ser proactivo, es decir, no esperar a que las cosas sucedan, sino hacerlas suceder, anticiparme en lo que me comprometía y asumía, en no dejar que otros hicieran lo que yo debía hacer.
El individuo proactivo no espera a que le resuelvan las situaciones, el busca resolverlas, se anticipa a los hechos y provoca resultados, lo contrario, el reactivo deja que las cosas pasen para actuar, poco se esfuerza, pero si reclama resultados.
Ahora bien, el diligente actúa de forma favorable y eficaz en su trabajo o en lo que se le encomienda, busca siempre hacerlo mejor y a tiempo, no se le tiene que estar empujando para que lo haga, hace un uso adecuado de su inteligencia y destreza para lograr los resultados de lo que se le encomienda.
En cambio, el negligente espera que le digan mas de una vez sus obligaciones, que se le recuerde y obligue constantemente a hacer lo que tiene que hacer, su característica es la pereza y por lo general sus resultados son mediocres.
Una gran característica en algunos políticos es la negligencia en respuestas oportunas a sus seguidores y electores, se escudan en sus ocupaciones, muchas veces se olvidan del cumplimiento de sus promesas de campaña, no contestan ni devuelven llamadas, menos servicios comprometidos, es decir, como el avestruz, esconden la cabeza y se de dedican solo a lo suyo sin responder a la gente que los apoyó.
Desde luego que esta característica no es general, conozco personas y también políticos proactivos y diligentes que se ejemplarizan por la atención a quienes los solicitan atendiendo sus necesidades, hablando siempre con la verdad.
Ser proactivo y diligente es una característica de vida que proporciona tranquilidad en la persona cualquiera que sea su actividad, no existe catedra para eso, pero si formación que viene de cuna, así como iniciativa de la persona.
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