Por Roberto Trobajo, Director General de AL Press
Para vivir en las sociedades que anhelamos y merecemos hay que desarrollar el capital humano.
A la gente hay que darles oportunidades para que puedan demostrar lo mucho que tienen para aportar.
Suena a cinismo escuchar a gobiernos y a sus empresarios “aliados” cuando pregonan que le apuestan a un país más equitativo y sobre todo muy productivo, mientras traban el acceso al trabajo a millones de desempleados –sobre todo jóvenes- tan necesitados de poder vivir bien y en paz.
Uno de los derechos humanos más vulnerados en Latinoamérica es el derecho al trabajo, y eso que en las cartas magnas dicen que el trabajo además de un derecho es una obligación social y que goza de la especial protección del Estado.
La verdad es que los gobiernos jamás han dicho ni hecho nada para evitar que se siga discriminando a la gente: cuando se les pide tiempos de experiencias para trabajar, exigencia discriminatoria que vulnera uno de los derechos consagrados y de los que más necesitamos se hagan valer.
Es normal y lógico que las empresas e instituciones, tanto públicas como privadas, sean libres de pedir a quienes aspiren trabajar, que certifiquen experiencias y/o demuestren competencias.
Sin embargo, otra cosa es condicionar el optar por trabajos basándose en tiempos de experiencias: muchas personas llevan años “escampando” en empresas o pasando por varias, pero no porque sepan mucho, sino porque demostraron todo lo contrario, quienes tendrían pésimos desempeños en donde les contraten basándose en los tiempos de experiencias que enarbolan.
De dónde puede sacar experiencias un joven recién graduado si no le dan oportunidades para demostrar talentos y capacidades; cuántas personas adultas han sacrificado años y dinero para lograr el anhelado sueño de ser profesionales y cuando lo materializan no se les permite desarrollarse porque ya “son viejos”.
El talento no tiene edad.
Comments