Columnista Invitado: Reuben Morales
¿Quiere que un venezolano le entienda? Entonces le daré el santo grial de nuestro idioma; pues el español viene con una palabra que hace las veces de extintor lingüístico para que usted “rompa el vidrio en caso de emergencia”. Dicha palabra es el vocablo “vaina”.
La palabra vaina sirve, literalmente, para cualquier vaina. ¿Y de dónde viene esa vaina? Revisé la única edición del Diccionario de la Real Academia Española que no da alergia (la de la página web) y me encontré con dos acepciones muy pertinentes para dicho caso.
La primera dice: “Envoltura ajustada, generalmente flexible, que protege un órgano”. Como ven, una envoltura que sirve para cualquier vaina. Luego vi otra que dice: “Cosa o asunto cuyo nombre se desconoce, no se recuerda o no se quiere mencionar”. Por ello, creo que la primera vez que vaina sirvió para cualquier vaina, fue cuando algún prócer les dijo a sus hambrientas tropas: “Ahí le quité la vaina a esta vaina para cortar unas vainas y me dejan la vaina ya”.
Sin embargo, leyendo con más detenimiento, me encuentro en el diccionario con que la palabra vaina proviene del latín vagina. ¡Y eso aclara todo! Pues, como sabemos, la vagina es el origen de todas las vainas.
Es por ello que el término vaina viene siendo como el “tembladito” de cabeza que usa la gente en la India. Sirve para expresar cualquier vaina:
Si te quieres rascar, es porque te picó una vaina.
Un chisme bueno comienza con: “¡Escucha esta vaina!”.
Cuando recuerdas la comida de tu abuela, dices: “¡Qué vaina tan buena!”.
Si estás corto de plata, pides que te presten una vainita.
Si vas a pagar, debes una vaina.
Si estás dejando de fumar, que por favor no te acerquen esa vaina.
Si tienes hambre, te vas a comer una vainita.
Si vas al médico, es porque te duele una vaina.
Si pides que te pasen algo, es porque no alcanzas la vaina.
Si no entiendes algo, no sabes qué vaina es esa.
Si te gusta alguien, le dices: “¡Ay, tú y tus vainas!”.
Si descubres a tu pareja siéndote infiel, dices: “¡Pero qué vaina es ésta!”
Si algo medio funciona, es mejor dejar la vaina así.
Si tienes amnesia, es porque se te olvidó la vaina.
Si sospechas que te van a mentir, pides que no te vengan con vainas.
Si alguien insiste con algo, piensas: “¡Aaah vaina, pues!”.
Cuando llegas justo a la hora, llegaste de vainita.
Si tienes mala suerte, te echaron una vaina.
Si estás en un problemón, estás en un vainón.
Si te están haciendo bullying, te están echando mucha vaina.
Si el carro te falla, también está echando vaina.
Si aceptaste varios trabajos a la vez, estás metido en un vainero.
Si se te presentó un imprevisto -muy imprevisto- se te presentó tremenda vaina.
Si pasaste una materia con la nota mínima, pasaste de vaina.
Y para que Venezuela esté bien, deberían meter preso al pedazo ‘e vaina esa.
¿Ven? De hecho, para que entiendan un poco mejor, apliquemos todo esto al contexto de una conversación cotidiana. Sería algo como: “Mira la vaina. Yo estaba cocinando una vaina, cuando abrí la vaina para echarle salsa de la vaina ésta y, de repente, saltó una vaina que me picó y me sacó una vaina rara en el brazo. Ahora debo cancelar un poco de vainas por esta vaina”.
Por ello, si está hablando con un venezolano y quiere generar empatía, acercamiento y hermandad, no lo piense más y por favor aplique esta vaina. Es probable que no le entienda todo, pero al final siempre le entenderá una vainita.
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