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EL SILENCIO DE LOS EXPRESIDENTES

Por Juan Carlos Botero Zea; Columnista invitado


Después de la posesión presidencial de Barack Obama en 2009, George W. Bush se esfumó del escenario político. No por apatía sino por respeto, pues él sabía que era indecoroso que el presidente saliente opinara sobre el entrante. Por eso, cuando la prensa le preguntó por su posición frente al nuevo gobierno, Bush respondió con una frase memorable: “El presidente Obama se merece mi silencio”.



Esa actitud marca un contraste con los expresidentes de Colombia. Como Jefe de Estado Bush fue funesto para EE.UU y para el mundo. Pero su actitud como expresidente ha sido ejemplar. En cambio varios de nuestros expresidentes, salvo Belisario Betancourt, quien en el otoño de su vida se dedicó a promover causas culturales, han sido nefastos.


Álvaro Uribe, por ejemplo, ha hecho mucho daño como expresidente. No sólo se opuso a que las entidades del Estado esclarecieran los hechos más oscuros de su mandato, incluyendo los falsos positivos, el DAS, las chuzadas y tantos actos de corrupción, sino que se dedicó a torpedear la gestión de Juan Manuel Santos. Uribe dijo que Santos lo había traicionado (quien no obedece a Uribe es un traidor), e inició una campaña de mentiras para hundir el plebiscito de la paz con las Farc, cosa que logró. Y aún seguimos sufriendo los costos de esa campaña de desinformación.



Ahora es el turno de Iván Duque. El expresidente ha lanzado más de un dardo a Gustavo Petro. No soy petrista, y he sido bastante crítico de este gobierno. Hasta comparto varios de los reparos de Duque. Pero, así sean ciertos, pienso que cualquiera los puede decir, menos el expresidente. Porque ninguna de sus críticas viene sola, sino que tienen otra intención y es la principal: limpiar su propia imagen. Y eso es inaceptable


Iván Duque no se puede presentar ahora como un defensor de la paz, cuando él no sólo se opuso a los acuerdos con las Farc sino que procuró sabotearlos, y cuando se robaron los fondos de la paz en su gobierno. Tampoco se puede presentar como un abanderado del medio ambiente, cuando en su gobierno mataron al mayor número de líderes ambientales en el mundo. Además, en el caso de Duque, la pregunta es ineludible: si el expresidente tiene tan claro cómo se debe gobernar, ¿por qué su gobierno fue tan malo? Y no olvidemos que Gustavo Petro está en el poder en gran parte por la fallida presidencia de Iván Duque.



En fin, existen varias clases de expresidentes. En EE.UU casi todos han manejado sus años posteriores a la Casa Blanca con altura y prudencia. Carter, incluso, admite que ha sido mejor expresidente que presidente. La gran excepción es Trump, quien dice tantas mentiras ahora como cuando fue Jefe de Estado.


Lo cierto es que un expresidente muestra grandeza al quedarse callado; justamente lo que no hizo Uribe con Santos, ni es lo que está haciendo Duque con Petro. Pero esa moneda tiene otra cara, dicho sea de paso. Porque también convendría que Petro se dedicara a gobernar y dejara de criticar a sus antecesores.


En cualquier caso, varios expresidentes han intervenido demasiado, volviendo al ruedo cuando ya no es su turno, y asestando golpes bajos e interesados. Por eso, lo mejor sería que todos siguieran el ejemplo de Bush, y ante un nuevo Jefe de Estado cada uno dijera lo mismo: el presidente se merece mi silencio. El país se los agradecería.




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