NO FUE EL FUEGO
Por Ana María Islas; Corresponsal de AL Press en México
¿Escuchaste lo que pasó en el norte de México?
¿En la Ciudad de Juárez? Me enteré ya, la verdad no sé qué opinar. Se sabe que luego de aquí viene lo más difícil.
“No fue el fuego” pienso.
México, “lo más difícil”, me dice Ángel incluso después de haberme contado que en la selva de Panamá les robaron, secuestraron y violaron a trece mujeres del grupo de 120 del cuál él formaba parte y que tardó 18 días para llegar a Guatemala desde Caracas, Venezuela, su ciudad natal. La ruta fue: Colombia, Panamá, Costa Rica, Nicaragua, Honduras.
A Ángel lo conocí en la Casa del Migrante Scalabrini en la zona 01 de la capital de Guatemala la noche del 29 de marzo, dos noches antes en Ciudad Juárez, Chihuahua al norte de México 40 personas migrantes murieron durante un incendio en el Centro Temporal de Detención Migratorio de esa ciudad fronteriza con El Paso, Texas.
“No fue el fuego” vuelvo a pensar.
Sin embargo, ¿tú quieres llegar a Estados Unidos?
Sí, claro esa es la meta, es el objetivo ya que si estamos aquí ya para qué nos vamos a regresar ya tan lejos.
FUENTE: Ana maría Islas.
Esa noche para llegar al norte de México, la antesala interminable, hostil e impenetrable de la ruta de migración hacia Estado Unidos, a Ángel le faltarían más de tres mil kilómetros, pero al menos iba a descansar y comer algo en la Casa administrada por el Padre Francisco Pellizzari y que es una especie de oasis en la capital guatemalteca alejado de la violencia del camino y la incertidumbre del destino en la ruta migrante de Centroamérica al norte de México.
“No fue el fuego”, repito en mi mente una vez más al retirarme del lugar.
FUENTE: Ana maría Islas.
Los migrantes que murieron por el incendio en el Centro Temporal de Detención Migratorio en Juárez estaban bajo llave y un video que dio la vuelta al mundo evidenció la inacción de agentes de migración y guardias de seguridad mexicanos para liberarlos del infierno en el que se convirtió el lugar.
Lo ocurrido en Ciudad Juárez provocó un pequeño sismo en las estructuras de Migración del gobierno mexicano, que aún logran mantenerse de pie pero están reventadas en su centro; en los gobiernos de los países de origen de las víctimas -Guatemala, El Salvador, Honduras, Colombia, Ecuador y Venezuela- las banderas ondearon a media asta y se emitieron mensajes de solidaridad con las familias y en ese país al que anhelaban llegar los migrantes, voceros gubernamentales se limitaron a decir que “no se sentían responsables de las muertes”.
No, no fue el fuego.
Lo que mató a los migrantes en Ciudad Juárez fue la corrupción, la indiferencia, la impunidad, la criminalización y las políticas de esos gobiernos a quienes conviene más expulsar a ciudadanos que construirles un país mejor, porque es más rentable:
Guatemala, el país del cual son la mayoría de las víctimas del incendio en Ciudad Juárez recibió el año pasado 18 mil millones de dólares en remesas, un monto 17 por ciento mayor al de 2021.
El 14 de abril concluyó el proceso de repatriación de los 19 ciudadanos guatemaltecos fallecidos en el Centro Temporal de Detención Migratorio al norte de México.
Y así, volvieron a esa patria que los expulsó con la violencia de la marginación y que los regresa con honores pero sin vida.
No fue el fuego.